Recomendaciones generales

En los mismos comienzos del  pensamiento occidental, Platón utiliza los mitos como forma de expresión de su filosofía. El mito es, en su obra,  una puerta que separa o enlaza el mundo sensible del mundo de las ideas, es una forma de comunicación con ese mundo, inaccesible aún para el hombre, inaccesible para la mayor parte de los hombres de la Grecia del momento.

Jean Brun, afirma en su libro “Platón y la Academia”[1]: «El mito es el medio por el cual lo intemporal se torna narración en la boca de los hombres y lo Uno viene a ubicarse en los límites del discurso. Por este recurso, lo invisible deviene inteligible para el hombre y, si no perfectamente visible, por lo menos perceptible. Gracias al mito, lo inefable puede relatarse y lo incomunicable se comunica. El mito es una vía analógica que trata de suscitar en nosotros la anamnesis capaz de conducirnos nuevamente al lugar donde se encuentra un origen que hemos olvidado. El mito es una ascensión por medio del Logos».

De forma similar, el lenguaje audiovisual,  puede conseguir pensar el flujo “histórico-vivido” sin sentir la necesidad de reducirlo a representación, o a conceptos puramente abstractos, intelectuales. Su propio y peculiar tipo de “lenguaje” consigue abordar los temas filosóficos de manera situacional, mucho más próxima a la experiencia de neófitos en la materia, como es nuestro alumnado de secundaria y bachillerato. El cine capta lo real a través de  un lenguaje de imágenes, sin imposiciones intelectuales, pero a partir de su propia fuerza expresiva son capaces de generar preguntas, conceptos que nos sitúan en el centro de la reflexión filosófica.

A lo largo de la historia, la filosofía ha tenido diferentes formas de expresión: diálogos, poemas, aforismos, prosa poética, tratados, ensayos, teatro, etc. Si hacer filosofía, filosofar, como algo inherente a la naturaleza humana es  poner en un lenguaje ideas vinculadas con la propia condición humana (la moral, el lenguaje, etc.), no hay nada que condene a esta a una única y limitante forma de expresión.

De  la propia filosofía ha surgido históricamente  este impulso de “arremeter contra los límites del lenguaje” (en la expresión de Wittgenstein), ¿porque no sería legítimo tratar de encontrar la misma cosa partiendo desde otro lenguaje? Esto no significa renunciar a las pretensiones de universalidad y verdad, pero sí hacerlas más accesibles y próximas a  las experiencias de nuestro alumnado.

Recordamos el texto de Emilio Lledó en la introducción general a los “Diálogos de Platón” para la editorial Gredos y reproducido en «La memoria del Logos» (Taurus; Madrid, 1966):

“El estilo de Platón se ha considerado frecuentemente como una dificultad para alcanzar su filosofía. Este planteamiento proviene de un típico prejuicio académico, según el cual toda filosofía no podía ceder, para ser realmente filosofía, a la tentación de hacer de la escritura filosófica una entidad suficiente como para alcanzar así un valioso nivel de expresión y belleza. El supuesto rigor filosófico, el absurdo mito de la profundidad, tenía necesariamente que enmarcarse con un lenguaje confuso, enrevesado, que otorgase un cierto carácter misterioso a la comunicación filosófica. La dificultad de esta filosofía disimulaba, con su ropaje críptico, la más absoluta vaciedad. Lo grave es que una serie de connotaciones mágicas ha ido tiñendo, debido a estos prejuicios, la historia de la filosofía, de tal modo que ha llegado a pensarse muchas veces que cuanto más difícil pareciese un pensamiento, más profundo y jugoso era. No es necesario explicitar más este hecho, que no merecería la pena ser mencionado si no hubiese lastrado, durante siglos, la originalidad y libertad de lenguaje filosófico.”

Sin preguntas, sin dialéctica difícilmente hay filosofía, dejemos pues que el lenguaje cinematográfico sea parte del diálogo filosófico.

 

Un buen ejemplo es este corto «Tuck me in» de apenas 59″ del director Ignacio F. Rodo estrenado en 2014