Disertación ganadora

Lucía Berganza Carrasco, Kensington School.

¿SERÍA BUENO PRESCINDIR DE LOS MITOS?

Es una verdad innegable el hecho de que los mitos, entendidos como relatos ficticios utilizados como explicación a sucesos del mundo real – ya sean meteorológicos, naturales o de distinto carácter-, siempre han estado presentes en la sociedad. Desde la mitología clásica griega a los mundos mitológicos actuales con origen en la industria cinematográfica, la potente e indudable presencia de los mitos a lo largo de nuestra historia como humanos ha sido y es uno de los pocos constantes en el mundo de constante cambio y desarrollo en que vivimos. Proporcionan, en numerosas ocasiones, una vía de escape del mundo de real, una forma de evadirse de todo lo mundano y sumergirse en un universo diferente al propio, donde las posibilidades son ilimitadas. Si los mitos han trascendido de tal forma en la historia de nuestra especie, ¿deberíamos prescindir de ellos?

Sin rastro alguno de duda, el pensamiento mitológico tal como se daba en la Antigua Grecia, es decir, la explicación a hechos del mundo que les rodeaba utilizando historias carentes de lógica ha quedado casi obsoleto. Sin embargo, sí se conserva hoy en día una gran parte –ilógica al igual que los mitos- cultural en cada nación, la religión. Tal como dijo Marx, “La religión es el opio del pueblo”, haciendo así mención a cómo la gente vivía sumida en su Fe, cómo se había convertido en su forma evasión terrenal durante un periodo de crisis en la historia. Bien pues en nuestra sociedad actual, se está dando un proceso notablemente parecido, no sólo con la religión –que también- pero más recientemente con los nuevos universos mitológicos nacidos en estudios de Hollywood y similares. Al igual que los griegos buscaban una explicación a las ocurrencias de su alrededor en historias ilógicas de dioses y ninfas, la sociedad del s. XIX buscaba la evasión y posibilidad de un mundo mejor en la religión, nosotros, las nuevas generaciones tecnológicas buscamos respuestas y consuelo a nuestra vacía vida en universos ajenos al propio, como por ejemplo el de las películas de Harry Potter. Buscamos creer en algo más, estamos ansiosos por saber que lo que hay no es lo único, sedientos por calmar nuestra sed de felicidad y plenitud del alma en otros mundos para no caer en la monotonía vacía existencialista. ¿Cómo podríamos prescindir de los mitos y universos mitológicos si son, en muchos casos, la única fuente de felicidad y consuelo ante el despiadado y frío mundo en que vivimos?

Es mi humilde opinión el hecho de que los mitos juegan y ha jugado un papel protagonista en la cultura actual, moldeándola en su camino de desarrollo que la ha llevada hasta lo que conocemos hoy en día. De acuerdo con el filólogo francés Georges Duzémil, “Un país sin leyendas se moriría de frío”, refiriéndose a la desnudez que provocaría en la cultura de cada pueblo que se les retirara la cómoda y necesaria manta de mitos, cuentos, leyendas y universos paralelos bajo la cual han estado sumidos desde tiempos inmemorables. Cabe destacar como, en los relatos mitológicos, se encuentra un punto de unión entre integrantes de un mismo pueblo, partícipes de una misma cultura, un lazo trascendental, que no entiende de conflictos bélicos ni mundanos, ya que ambas partes han crecido creyendo los mismos relatos y, muy probablemente, educarán a las futuras generaciones de la misma manera. 

Este punto de unión de tan destacable fuerza, esta comunidad que se crea a raíz de creencias compartidas es muy difícil, por no decir casi imposible, de encontrar en ningún otro lado. Casi ni entre familias, amigos y conocidos se podría llegar a dar este vínculo tan notable si lo único que hubiera entre integrantes fuera amor y cariño. Desafortunadamente, al fin y al cabo el amor es sólo un sentimiento más, y, si entre nuestros conocidos y nosotros mismos no hubiera algo más que amor, amistad o cariño, si realmente no existiera un vínculo cultural debido a la compartición de ideas mitológicas y trascendentales, ¿nos habríamos juntado con ellos? ¿De verdad sería nuestra relación con ellos igual y tan fuerte y perenne si no nos uniera algo más allá? ¿Si no hubiera mitos y creencias más allá de lo terrenal?

Por otro lado, siguiendo la ética kantiana, un mundo sumido en mitos y universos de evasión es un mundo en el que nos dan todo hecho, un mundo sin pensamiento crítico, libre e individual. Según esta idea de Kant, el no pensar y constantemente buscar el refugio de ideas y universos que nos vienen ya masticados por los estudios de cine nos hace vivir en un perpetuo estado de minoría de edad. Podría pensarse que la pereza generalizada de nuestra especie ha llevado a la elevación trascendental de los mitos, a vivir en un mundo vacío regido únicamente por los estándares y universos que crean para nosotros informáticos en ordenadores a miles de kilómetros, que nos alimentan y atiborran a ideas que mitificamos porque nunca hemos conocido nada más. Hemos glorificado los mitos, hemos difundido la idea de que la vida es mejor en universos paralelos mitológicos, ¿por qué? Por el conformismo social extendido que ha provocado que llevemos veintiún siglos viviendo bajo la comodidad de la minoría de edad kantiana.

Situémonos en una distopía futura en la que no hubieran existido nunca los mitos, se hubiera dado desde siempre un pensamiento lógico razonado que no miraba más allá de lo racional. ¿Existirían los mismos vínculos sociales que en nuestra sociedad? ¿Sería tan fuerte el lazo que une a personas de una misma etnia o cultura? ¿Existiría una cultura como tal? La respuesta a todas estas preguntas sería que no. En un mundo que no hubiera conocido los mitos no tendríamos conexiones interpersonales tan profundas, y nuestra cultura estaría muy limitada ya que no existirían universos paralelos en los que dar rienda suelta a nuestra creatividad, es más, probablemente careceríamos enormemente de imaginación, con abundancia mentes frías centradas de manera exclusiva en lo tangible. Ahora bien, si nos situamos en un futuro en el que los mitos y derivados –entiéndase por derivados los universos mitológicos y relatos similares- forman parte del pasado, es decir están obsoletos, seguramente habría habido una crisis de identidad a nivel global, con ciudadanos sufriendo de síndrome de abstinencia al haberles retirado su “opio”. De esta forma siendo obligados a vivir en un mundo que no conocen tanto como aquellos mitológicos a los que dedicaban horas de pantalla. Cada ser humano viéndose en la obligación de invertir más tiempo en los suyos.

En conclusión, los mitos siempre han definido a nuestra especie, y seguirán haciéndolo el tiempo que sigamos alimentando su existencia con nuestro fanatismo por universos literarios y cinematográficos. En el momento que dejaran de existir, la especie humana se vería sumida en una crisis de identidad, no sabríamos quiénes somos, qué nos define, qué nos hace ser de un pueblo u otro. Nos veríamos obligados a vivir el presente que nos toca, no el que había sido creado por nosotros para nosotros digitalmente. Quizás de esta forma empezaríamos a observar nuestro mundo más detenidamente. Quizás así, sin mitos, comenzaríamos a vivir por y para nosotros en esta realidad, dejando atrás otras que pudiéramos tener en mente procedentes del cine o libros. Quizás los mitos son la venda que nos impide ver la realidad tal como es, y quizás necesitamos que caiga para empezar a vivir.