Recomendaciones generales

  • Dedica entre cinco y diez minutos a leer atentamente el dilema en todos sus detalles y a anotar las ideas que crees que debes exponer.
  • Las tres primeras preguntas puedes contestarlas de manera esquemática,
    • La primera pregunta pide enumerar las posibles respuestas al dilema: al menos dos o quizá tres si tienes tu propia solución distinta a las dos ya planteadas en el dilema mismo. Cada opción una acompañada por una breve redacción (dos o tres líneas como máximo) justificando por qué es una solución al dilema.
    • La segunda pregunta pide centrarte en las razones en favor de cada una de las dos opciones principales del dilema. Puedes hacer dos columnas, en cada una los argumentos a favor de una de las dos opciones. Puedes también enumerar primero las de una opción y luego las de la otra.  Procurando escribir al menos cuatro argumentos en cada columna.
    • En la tercera, en otras pocas líneas (de cuatro a siete) señalas con claridad los valores y principios morales que están en juego en las dos opciones del dilema, estableciendo una ordenación o jerarquía entre ellos.
  • La cuarta y última pregunta contiene tu solución. Además de una exposición detallada de la misma, se incluirán razones, valores e inconvenientes de las alternativas para justificarla. Debe ocupar al menos una página como mínimo y tres como máximo. En la prueba final, puedes dedicar a esta tarea alrededor de treinta minutos, o algo más dependiendo del tiempo del que dispongas para hacer el ejercicio.
  • En total, el ejercicio debe ocupar al menos dos páginas y en ningún caso más de cuatro. En la prueba final, el tiempo máximo estimado para realizarlo es en torno a una hora y media Disponer de más o menos tiempo, afecta exclusivamente a la extensión de la última pregunta, la solución personal.

Normas para abordar la solución de un dilema moral

Para resolverlo, hay que dar los siguientes pasos:

Enumera varias opciones

Los problemas, cuando se plantean como dilemas, obligan a optar entre una de dos opciones (es muy conocido el dilema del tranvía). A veces es posible evitar el dilema buscando soluciones alternativas. Esta búsqueda de alternativas favorece la capacidad de encontrar otras soluciones que puedan resultar más favorables sin forzar una opción que suele conllevar alguna consecuencia claramente negativa.

Argumentación: argumentos a favor de cada opción

Para tomar una decisión tenemos que buscar los argumentos que están a favor de cada una de las dos opciones que se nos presentan. No sirve cualquier argumento, sino sólo aquellos que pueden justificar moralmente lo que hacemos. Si alguien nos pregunta por qué hemos pegado a un compañero en clase, podemos responder que ha sido porque le odiamos; es sin duda una explicación, pero es muy difícil que alguien considere que nuestra acción está justificada con esa explicación. Explicar por qué hacemos las cosas no es lo mismo que justificarlas.

En el caso del dilema, el problema consiste en que hay argumentos a favor de cada una de las opciones, y que en ambas opciones se daña algún principio moral significativo. Para poder tomar una decisión bien justificada es muy importante que tengamos en cuenta los diversos argumentos, y no sólo los que hay a favor de la opción que, en principio, nos parece buena, sino también los que hay a favor de la otra opción.

Los argumentos que se suelen emplear en la argumentación moral son, en general, de dos tipos: consecuencias y principios o valores.

Entendemos por consecuencias los resultados que generan nuestras decisiones, ya sean éstos perniciosos o favorables. Actuamos para conseguir algo, y lo que obtenemos es una consecuencia de nuestra acción. Además, al actuar incidimos en nosotros mismos y en los que nos rodean, de tal modo que además de la consecuencia directa e inmediata hay otras más indirectas, pero que también importan. Y con frecuencia hay al mismo tiempo consecuencias positivas y negativas, para uno mismo y para los demás, por lo que pueden entrar en conflicto y por eso tenemos un dilema.

Los principios son los supuestos, creencias o normas fundamentales que guían nuestro comportamiento. Por otra parte, los valores nos indican lo que apreciamos en esta vida y consideramos fundamental para lograr una vida que merezca la pena. Si la amistad es algo valioso y se basa en la confianza, traicionar a un amigo está mal porque rompe esa confianza y destruye la relación de amistad. Del mismo modo debemos decir la verdad independientemente de las consecuencias, pues la veracidad es un valor que guía nuestro comportamiento. El bienestar físico, propio o ajeno, es igualmente un valor importante, mientras que sufrir no es algo valioso.

En este ejercicio se pide al alumnado que enumere el mayor número de argumentos posibles a favor de cada una de las opciones.

Análisis del problema

Al actuar tenemos en cuenta los valores morales, es decir, nos preocupa saber si lo que hacemos está bien o está mal. Cuando hacemos lo que está bien, nos sentimos satisfechos y orgullosos de nuestra acción; cuando hacemos lo que está mal, nos sentimos culpables y avergonzados. Considerados desde otro punto de vista, los valores morales nos imponen una conducta: bueno es aquello que debemos hacer y la conciencia nos dice que es la conducta correcta; malo es aquello que no debemos hacer, nuestra conciencia nos dice que no es la conducta adecuada.

Además, cuando actuamos vamos buscando conseguir algo que consideramos bueno, que es importante y valioso para nosotros y que de ello depende nuestra felicidad.

Los dilemas morales se caracterizan porque son situaciones en las que estamos obligados a tomar una decisión, pero nos damos cuenta de que existen varios principios morales en juego y también varios bienes o cosas valiosas y que no es posible atenderlos todos. Si hacemos una cosa, actuamos de acuerdo con un valor moral y conseguimos algo, pero al mismo tiempo incumplimos otro valor moral y perdemos también algo. No hay forma de satisfacer los dos valores o principios en juego y nos vemos obligados a elegir. El primer paso para hacer frente a un dilema consiste, por tanto, en darse cuenta de los valores y principios morales que están en conflicto. Para ello, debemos tener en cuenta, en primer lugar, lo que nos dice nuestra propia conciencia. Además hay que prestar atención a los valores que están vigentes en la sociedad en la que vivimos, valores que algunas veces son muy explícitos y están bien definidos, como ocurre en códigos morales del tipo de los Diez Mandamientos o de los Derechos Humanos. Es, además, importante reflexionar sobre la importancia que tienen para nosotros y el orden jerárquico en el que los situamos También es fundamental ser conscientes de la clase de persona que queremos ser y la clase de mundo en la que queremos vivir.

Solución

Al final hay que exponer lo que uno mismo haría en el caso de encontrarse en una situación semejante. Para ello hay que redactar una exposición en la que dejemos claro qué es lo que pensamos que se debe hacer y cuáles son las razones que justifican nuestra decisión. Es decir, se trata de exponer la decisión que nosotros tomamos basada en los argumentos expuestos en la pregunta anterior, procurando además refutar los argumentos que están en contra de lo que nosotros pensamos que es la conducta moralmente buena. Es muy importante no caer en el error de resolver el dilema proponiendo una solución intermedia que en cierta medida satisfaga los valores que están conflicto en el dilema. En ese caso estaríamos evitando el dilema y no dando nuestra solución. Por tanto, la decisión que ofrezcamos en este apartado tiene que ser una de las dos que plantea el dilema.

Introducción. Dilemas y problemas

Uno de los rasgos fundamentales de la conducta moral es que está guiada por unos valores morales: decir la verdad, por ejemplo, es un valor moral y nuestro comportamiento será moral siempre que digamos la verdad; cuando actuamos en contra de esos valores, por ejemplo, cuando mentimos, nuestro comportamiento es inmoral. Cuando no prestamos atención a esos valores morales, nuestra conducta es amoral. Dicho de otra manera, la conducta moral significa que nos sentimos obligados a cumplir con nuestro deber en una determinada situación. Si bien es un concepto complejo, es una conducta regida por lo que se entiende habitualmente como conciencia moral. Tanto la conciencia como la conducta moral son, un rasgo distintivo de los seres humanos.

Por otra parte, un segundo rasgo fundamental es que, aun estando claros los principios, no está del todo claro cómo deben aplicarse en una situación específica, con frecuencia bastante compleja. Por ejemplo, prácticamente todas las culturas condenan la muerte de otro ser humano, pero también en todas se distingue entre asesinato y homicidio, abriendo la posibilidad de que en algunas circunstancias sea moralmente aceptable matar, aunque solo sea porque parece sensato elegir el mal menor. Ser capaces de analizar adecuadamente las circunstancias específicas, distinguir los factores que son más relevantes, saber elegir los medios adecuados…, son competencias complejas que configuran la capacidad de tomar decisiones moralmente adecuadas. Y no solo tomar esas decisiones, sino también el llevarlas a la práctica.

Precisamente esa complejidad es la que destaca la importancia de mejorar nuestra capacidad de percibir la dimensión moral de los problemas, juzgarlos adecuadamente y diseñar la actuación más correcta moralmente. Con frecuencia las situaciones problemáticas a las que hacemos frente son complicadas y son varios los valores que están en juego, resultando difícil respetarlos todos o seguirlos completamente.  Esto es lo que se llama habitualmente un dilema moral: una situación en la que estamos ante una alternativa que nos hace dudar y no tener demasiado claro lo que debemos hacer. El dilema moral puede ser dramático, pues es una situación en las que nos vemos obligados a elegir entre dos alternativas que se perciben como contradictorias y ninguna de ellas es claramente buena o mala. El interés didáctico que poseen esas situaciones es percibir el conflicto de valores, incrementando nuestra capacidad de percibir estos valores y darnos cuenta de que existe una cierta ordenación jerárquica que hace que algunos de ellos tengan prioridad.

Ahora bien, los dilemas pueden ser dramáticos, como ya hemos visto, y en muchas ocasiones es incorrecto percibir una situación como dilemática. Más bien es simplemente un problema moral, ante el que son posibles diversas soluciones, no solo dos contradictorias entre sí, lo que permite ofrecer propuestas más matizadas, en las que las consecuencias negativas indirectas o colaterales sean mucho menores, si no es que desaparecen totalmente. Esta es la razón por la que en un ejercicio sobre dilemas morales se pida al alumnado que proponga otras soluciones que puedan ser moralmente aceptables. Como solución final, entonces, se puede pedir que opten por una de las dos que han sido presentadas como dilemas, o que se decante por una de las que ellos perciben como más adecuada.