EL DEBATE NUESTRO DE TODOS LOS AÑOS

Comentario a cargo de Francisco Javier Rodríguez Buil.

Como cada curso, uno de los momentos estrella de los actos de la Final de la Olimpiada es la celebración del debate entre alumnos de dos centros educativos que defienden posturas opuestas sobre el tema de reflexión de cada año. En éste debatieron 5 alumnos del Colegio La Salle Maravillas, defendiendo que existe una realidad tras las apariencias, frente a otros 5 alumnos del Colegio Altair que argumentaron que no hay una realidad única, sino solo apariencias.

 

Tras la presentación por la moderadora, Esther García Tejedor, miembro de la Comisión organizadora, dio comienzo el debate, en el que cada interviniente exponía sus ideas con el tiempo limitado a 2 ó 3 minutos y con la manecilla del gran reloj proyectado en pantalla corriendo de modo que el gong que anunciaba el final del tiempo se cernía sobre los alumnos. El orden de intervención se decidió el azar, lanzando una moneda al aire.

En la primera intervención La Salle Maravillas, tras entregar un poco misteriosamente una imagen al equipo contrario, definió lo que iban a entender por realidad y apariencia en sus intervenciones. Respondió Altair con el Mito de la caverna platónico, reconociendo que la realidad está ahí, y eso no lo iban a discutir, pero sólo la conocemos a través de sus apariencias e interpretación, y hoy más que nunca parece tener razón Nietzsche, al haber suprimido el mundo de las ideas y decir que sólo existe el cambiante mundo de lo aparente.

La segunda intervención se centró en los medios de comunicación. El representante de La Salle argumentó que es posible llegar a conocer la verdad de los hechos gracias a los buenos profesionales que investigan y a unos lectores que hagan una lectura crítica que renuncie a los prejuicios. El alumno del Colegio Altair contraargumentó con ejemplos de fake news  y de posverdades que han resultado asumidas colectivamente y se han generalizado en la sociedad.

La tercera intervención se centró en la política. La alumna que defendía la postura del Colegio La Salle reconoció que hay políticos que manipulan la verdad, pero que ésta termina imponiéndose. Su argumento giró en torno a dos ejemplos el del Watergate escándalo inicialmente negado por el partido republicano estadounidense y el del Brexit, cuyos partidarios afirmaban que el Reino Unido se ahorraría millones de libras esterlinas saliendo de la Unión Europea. El tiempo, dijo, obligó a Nixon a dimitir y demostró la falsedad del ahorro de esos millones, porque en ambos casos había una realidad frente a la que las falsedades se podían contrastar. El alumno del Colegio Altair respondió con el ejemplo de la política Cristina Cifuentes, que tuvo que dimitir de su cargo al día siguiente de hacerse público un video en el que supuestamente robaba. No pudo ir a un juicio para intentar defenderse y demostrar otra realidad de su apariencia como ladrona, pues en política la apariencia lo es todo, como ellos defienden.

En el cuarto turno de intervenciones el Colegio La Salle Maravillas centró su argumentación en el cambio climático insistiendo en que, más allá de las falsas apariencias que aportan los que lo niegan, hay datos que apoyan su realidad y en cuanto que reales se terminarán imponiendo. El Colegio Altair arguyó sobre este apartado que hoy más que nunca importa más la utilidad que la verdad, y que hay mentiras –es decir, apariencias- muy, pero que muy útiles. Por eso triunfan.

Finalmente, el quinto turno de oradores versó sobre realidad y apariencia en las redes sociales. Que reflejan una realidad que está detrás es innegable, dijo el miembro de La Salle, y así lo demuestra que la policía recurra a las redes sociales para atrapar a delincuentes y varias docenas de estos han sido capturados gracias a informaciones obtenidas en ellas. El alumno del Colegio Altair insistió en que las redes sociales se nutren de apariencias y lo ejemplificó con el caso de un famoso que colgó un video donde aparentaba estar muy feliz con su familia…y al día siguiente se suicidó.

Tras las exposiciones se abrió el turno de preguntas hechas por el público, con numerosas intervenciones dirigidas a ambos equipos, y respuestas que a veces se iniciaban con la hilaridad del respetable pero que siempre terminaban con grandes ovaciones. El momento cumbre llegó cuando una alumna dirigiéndose a los representantes del Colegio Altair expresó breve y firmemente lo siguiente: “si la realidad no existe, vosotros mismos no sois reales, vuestros argumentos son solo apariencia y vuestra postura no tiene fundamento real”; a lo que otra añadió “¿cómo vivís vuestro día a día desde la apariencia y sin conocer la verdad? En una intervención con buena oratoria que, como las anteriores, arrancó fuertes aplausos de los asistentes, respondió el alumno del colegio Altair con un dicho japonés según el cual los humanos tenemos tres caras, la que mostramos al mundo en general, la que mostramos ante los amigos y la que nos mostramos a nosotros mismos. Existe una realidad, afirmó agarrando la botella de agua que tenía delante, pero sólo la conocemos a través de nuestras propias construcciones socioculturales, nuestros prejuicios, normas y valores aparentes. Aunque haya una realidad, vivimos en, por, para y dentro de las apariencias.

Y hacia las 12:30 horas, la moderadora dio por terminado un debate tan vivificante y semilla de reflexión filosófica como en años anteriores.

CONFERENCIA: ¿Está la realidad sobrevalorada? Las desventuras de la apariencia.

Este año la conferencia corrió a cargo de José Luis Pardo, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

La gran polémica con que se abre el tema es: ¿Qué es real y qué es aparente? Jugar con esa contraposición puede tener serias consecuencias en el modo en que organizamos nuestras vidas y afectamos a las ajenas. Cierto sentido de la “realidad” (lo oculto, lo que no se ve, lo que da sentido a lo visible) puede convertirse en una trampa frente a esa “apariencia”. ¿Qué es lo real? ¿La verdad subyacente a la bondad de una ideología o las formas de vida que genera en su implantación? Cuando el afán de justicia nos lleva a dar por real que un sistema social es óptimo, ¿Debemos desechar como apariencia los sufrimientos que genera en su nombre?

La realidad, insondable y fundante, como opuesta a lo aparente, a lo vivido, a lo sentido, abre cuestiones complejas para el ser humano que tiene que vivir buscando la una o tratando con la otra. El color, como sabemos, es aparente. Pero ¿debo por ello negar lo azul -por ejemplo- del mundo que se me presenta, porque sé que sólo es la interpretación de unas ondas? ¿Tengo acaso otra opción para tratar, como ser individual y sensitivo, con lo azul, más que con el modo en que se me aparece? Vivir buscando el trasfondo del azul o asumiendo su color -asumiendo, en fin, las creencias, ideales y expectativas que mi sociedad me presenta- fue una de las preguntas que se hicieron, una cuestión de profundas implicaciones, porque la pulsión de verdad no podemos perderla, pero para vivir el mundo, necesariamente, se me aparece con un determinado rostro, con una determinada máscara.

Se plantea la cuestión de que hay una utilidad en la apariencia, incluso directamente en el autoengaño. Participamos en el engaño de los Reyes Magos, porque en el fondo pensamos que todo niño debería ser feliz. Participamos en nuestro autoengaño sobre la honestidad de los políticos, porque en el fondo necesitamos creer en las instituciones y mantenerlas. Pero si hubiera que buscar una realidad más profunda al hecho de que sabemos que hay niños que sufren, que muchos políticos no son honestos, esa realidad sería algo que señala a nuestra moral profunda: la peor pesadilla que podríamos concebir es vivir en un mundo en el que no nos indignase la deshonestidad de los políticos ni nos doliese el sufrimiento de un niño.

Esther García Tejedor